viernes, 19 de noviembre de 2010

Está en la puta calle, haciendo el intento de caminar sobre la línea del arcén pero sin lograrlo. De vez en cuando se refleja la luz roja de algún semáforo en ella y de pronto intenta cruzar al otro lado pero desiste al tropezar con nada y entonces continúa por la misma línea. Hace mucho frío y no hay motos en la calle hay mucha luz por culpa de las farolas y los escaparates la luz viene de todas partes. Molesta mucho. Sin embargo el ruido no molesta, no hay sonidos, bueno si hay fuera de él pero no le llegan. Le sangran los oídos, mucho, la sangre le empapa el cuello de la camisa de tal manera que lo tiene pegado a la piel, es algo repugnante pero ni lo sabe, además huele muy mal a podrido. Siempre le pasa igual, cuando le sangran los oídos no se da cuenta hasta el día siguiente, cuando tiene que ir a la delegación a trabajar, esos días tiene que ducharse y siempre llega tarde.
Tiene ochenta y dos años y será por ello que algunas noches se le olvida dormir, entonces se viste con su única ropa y sale a la calle a seguir la línea. No le importa no tener más ropa que esa, un pantalón un calcetín un calzoncillo y tres camisas. Siempre se pone toda la ropa que tiene y en verano cambia el orden en que se pone las camisas, que antes eran de diferentes colores pero que ya no, ahora son todas del mismo color marrón. Cuando tenía cuatro camisas, hace ya más de cincuenta años, las lavó pero se le perdió una de ellas al no reconocerla, así que no volvió a lavarlas por miedo a perder alguna más.

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