viernes, 22 de abril de 2011

Creo que empiezo a mezclar todas las ratas del libro. Bueno, me explico. Intento comprender, por imperativo de los exámenes, cómo aprenden las ratas y todo ello está explicado en el manual de Aprendizaje. Nunca antes me había planteado que hay un montón de investigadores que durante más de un siglo se han preocupado de saber cómo aprenden las ratas, las palomas o los perros, por lo visto los animales humanos aprenden de la misma forma y se investiga con estos animales no humanos porque estaría mal visto radiar a un niño para producirle malestar, inyectar litio a una adolescente para crear un condicionamiento clásico aversivo o aplicarle una descarga a un viejo en una caja de Skinner. Es muy interesante todo, pero ya se me empienzan a mezclar las ratas,  las que les dieron una descarga con las que recibieron  radiaciones para producirles aversión al sabor. Espero aclararme porque la pelota cada vez es más grande.

jueves, 7 de abril de 2011

El domingo a las 6 de la tarde estaba convencido de que unas horas más tarde iba  a estar en Cádiz, pero no. Unas horas más tarde estaba en En Cairo de nuevo  y en una boda. Cogí un taxi con toda la tranquilidad del mundo, pensando en lo típico que se piensa cuando vas camino de un aeropuerto, por lo menos es lo que yo pienso siempre, en lo que has hecho estos días, si te queda algo por hacer, si lo llevas todo, cómo vas a organizar el trabajo que queda por hacer, lo que te espera  a la llegada, a la gente que quieres llamar, si podrías haber hecho algo que no hiciste, etc etc, pero eso si, todo con mucha tranquilidad, la misma que se fue yendo rápidamente a medida que la pelota de coches se iba haciendo cada vez más gorda.
Y llegó el momento temido, el taxi quedó inmerso dentro de la gran pelota de coches parados en medio de la autopista del aeropuerto. Había llovido, esto significaba "muskela". El taxista que ya desde un principio parecía algo raro, emperzó a preocuparme. Los cabezazos que iba pegando todo el camino y las broncas que tenía con los demás conductores se hacían cada vez más vertiginosas, con una voz potente y bastante desagradable por lo demás empezo a decir que muskela (problemas). Mal asunto. El tiempo pasaba y la pelota rodante no pasaba. Un rato después vi la luz: se trataba de un charco de un palmo que había dejado la lluvia. Claro, aquí llueve una vez al año y se acojonan con cuatro gotas que caigan y demás las alcantarillas están para tragarse a las personas, no el agua. Me contaron que antes era habitual que todos los años murieran algunos niños por caer por ellas, hasta que hicieron campañas de concienciación de que hay que tener cuidado con ellas. Yo mismo caí en una el año pasado. Cuando por fin pasó el charco todo parecía que volvía  a la normalidad. Seguía camino del aeropuerpoo según lo previsto. ¡Y una mierda! poco después una mega pelota estaba formada ocupando todos los carriles de la autopista habidos y por haber. Fue entonces cuando los cabezazos del taxista fueron in crescendo y ya no se podía reprimir esa especie de bestia con un cachiporrazo en la frente, de los más gordos que he visto,  típico de los que se hartan de rezar en la mezquita. Ahí ya empecé a preocuparme de verdad, las posibilidades de perder el avión estaban cada vez más cerca.
El taxista estonces empezó a repetir una y otra vez muskela muskela millones de veces y entonces fue cuando me empecé a cagar en su puta madre, me estaba poniendo enfermo. En una de esas, un coche le dió un golpe por detrás. Pensé que se ya se había liado del todo. Sale el tío hecho un energúmeno y se pone a discutir con los del coche, yo, ingénuo, pensando que si el tío tardaba mucho bronquear iba a tardar más y a perder el avión definitivamente, me cagué más profundamente en su puta madre. Pero no, la bronca duró poco y seguimos, eso si, tuve que escuchar de semejante energúmeno su diagnóstico de la situación: la culpa del golpe con el otro coche era de la revolución, como no hay policía la gente bebe y se emborracha. Bueno, seguimos avanzando tortuguilmente pero avanzamos. Bien. El taxista no hacía más que hablame en árabe con un vozarrón asqueroso y preguntarme que a qué hora salía el avión. Se lo dije no sé cuantas veces. Cada vez que se lo decía la respuesta es la misma: jalás. Que no llegamos, vaya. Y yo cada vez más cabreado con el tío, me estaba poniendo de los nervios. Básicamente así transcurrieron la sigiente hora y media, hasta que el tipo, me dice que no sigue, que me baje del taxi que él se va. Si cogía otro taxi en ese momento iba a ser lo mismo, y no podía dar media vuelta porque tenía que llegar al aeropuerto para intentar salir como fuera o por lo menos intentar que me cambiaran el billete, además eso estaba en medio de la nada, a medio camino. Yo venga  a decir (por señas) al taxista que no me bajaba y que me tenía que llevarme hasta el aeropuerto. Se pasó todo el camino jurando en arameo y pasó a decirme que si le iba  a pagar y que le tenía que pagar más. Joder con el tío, que mal me cayó. Vaya pedazo de gilipollas.
Bueno, tras cuatro horas de paseo infernal, por fin apareció el aeropuerto. Se pone el gachó a discutir con el del control, recoge a otro pasajero por el camino, a todo esto, venga a dar cabezazos terribles y venga  a  decir muskela muskela y europ europ, negando con la cabeza, como diciendo estos europeos son estúpidos, el otro pasajero se baja poco después y por fin llego a la terminal. El muy imbécil me pide el dinero, y hace un gesto como de lavarse las manos como Pilatos, como diciendo allá tú, y por fin lo pierdo de vista. Uf! También perdía el avión, claro.



domingo, 3 de abril de 2011

Aquí se habla y se habla y habla y habla y habla y habla y habla. Todo un tratamiento de shock para los que no hablamos ni hablamos..... (Y además en inglés o árabe y yo no se ni uno ni el otro)
Tres de la tarde, Talat Harb St. y un taxi. ¿Dónde están los catorce mil millones de coches que faltan?