lunes, 29 de diciembre de 2008

Por primera vez desde que mi padre enfermó me siento con ganas de escribir.
Bueno ya estamos a las puertas de un nuevo año. Realmente, estas fechas para mí nunca han significado un comienzo ni un final de nada, solo me he dejado llevar por la inercia de tantos mensajes llenos de buenas intenciones que termino deseando a los demás lo mejor de lo mejor y que realmente el año que empieza sea mejor para todos y para mí también. Al final termino en el Corte Inglés comprando regalos para todo el mundo y metido hasta las trancas en la histeria colectiva de la Navidad y opinando sobre la iluminación de las calles.
Este fin de año es diferente desde luego. Este fin de año es el primero que vivo sin mi padre cociendo las gambas de la cena de nochevieja.
Tengo una sensación extraña, más allá de sentir la tristeza de ver morir a tu padre. Creo que es ahora cuando más le he entendido.
Siempre tiendo a quedarme con lo que más me gusta de la gente y a olvidar lo que no soporto (tanto es así que hay gente que ya he olvidado toda ella). Con mi padre me quedo con todo, de forma egoísta, como patrimonio vital, personal y transferible.





Cambiando de tema






Je, je, je me encanta.