sábado, 10 de agosto de 2013

"Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco." (P. Neruda)

No soy mucho de recordar, más bien al contrario, por definición soy amnésico. Sin embargo últimamente recuerdo alguna que otra cosa, seguramente porque ando desempolvando, regalando y tirando las cosas de toda la vida, y cada una pertenece a un momento. Bueno quizás esté desempolvando, mirando, revisando, regalando y tirando porque son los momentos a los que pertenecen esas cosas los que estén llamando y reclamando su aire y su espacio y quieran convertirse en humo.
Tampoco soy de muchas palabras, me las creo, incluso las increíbles y también las mías.
Me gustan las imágenes. No por casualidad llevo toda la vida imaginando. Siempre he pensado que las imágenes que creamos, si las hacemos visibles, son ventanas que abres y cortinas que descorres, con más o menos pudor, al que quiera mirar. Y si se da la magia de conservarse en el tiempo, las viejas imágenes son ventanas abiertas en otro momento.

Un inciso. Para mí no es lo mismo el mundo imaginero virtual. Soy más de lo real que de lo virtual, incluso con las palabras.

Si el tamaño de la vida se midiera por el volumen que ocupan las cosas que vas acumulando, la mía no llegaría a las dimensiones de la de un bebé, pero en realidad es enorme, lo ocupa todo, cada alma que vive en mi vida ocupa un océano y hay tantas personas que han dejado al menos un trozo de la suya que el resultado es que no quepo en ningún sitio. Es enorme, mi vida es descomunalmente enorme.
Me reencontré con esto, tiene masa y peso, no estaba en una pantalla. Siempre ha estado a la vista, como un elemento tan cotidiano que lo dejé de ver hace tiempo.


Hay tantas soledades
como personas, animales y cosas
hay en el universo.

La hice para que la viera mucha gente y ahora soy parte de esa gente y estoy viendo la ventana que abrí hace quince años. Es un poco extraño. Todo estaba por escribir blanco sobre negro y la realidad estaba sola y cada uno llena los sueños y los puede dibujar, con tiza, como en una pizarra.

Esto también tiene forma y masa, pero nació mucho más tarde.


Un ideal que invita a soñar y un nido protegido por la esperanza.

A veces hay a dónde ir. Si te mudas puedes tener un destino.
No entiendo nada, creo que voy a una velocidad vertiginosa. Es raro, porque cuando ya has dejado, no sé si de correr, escapar o salir y te has plantado en la tierra,  has bajado al sótano y lo conoces entonces es cuando más rápido vas. Cuanto más profundo bajas, más alto subes y hay que saber que estás abajo y amar tu sótano. Al fin y al cabo es un estómago dentro de mi tierra, la que soy.

"Cantar, arder, huir, como un campanario en las
manos de un loco."
(Pablo Neruda).







Pero ahora sé menos que antes. Ya no quiero saber más, creía que sabía amar, pero el amor no se sabe.

Hola, ¿hay alguien?
A veces no hay nadie y otras sí. Es un misterio, para mí. Dar, dar, querer dar, no hay nadie. Ofreces, se escurre de las manos y cae al suelo, pasa alguien y lo pisa. Y vuelves a ofrecer, hasta que alguien lo guarda y crece.

El camino sigue y para verlo se abren los ojos de ver. Las raíces que nacen en las venas salen por mis dedos y tocan la arena, se clavan en ella y sigo caminando con las raíces profundas, están quietas, en la oscuridad de lo profundo, alimentándose de la luz del aire calladas y sosteniendo, quedándose atrás las viejas que dan sostén y naciendo las nuevas, flexibles, tiernas, bonitas, buscando su arena, endureciéndose, se hacen fuertes y poderosas, me alimentan.

Quiero clavarme.

Un Cronopio Amnésico.