jueves, 23 de agosto de 2012

Son las nueve de la mañana, como puede verse. Ya desayunado y escamondado vuelvo a estar donde lo dejé ayer, y antes de ayer, y antes de antes de ayer.
Cada vez queda menos, para todo. Me encanta. Aunque en realidad ya no queda nada.
No sé si me explico.
No, no me lo explico.

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