miércoles, 12 de octubre de 2011


Ayer topé con otro humano absurdo. Para subir a un edificio, como ya me estoy acostumbrando, hay que pedir permiso al primero que te encuentras por la calle, tras un rato de charla gilipollesca te  da permiso para entrar. Tras hacer las fotos en cuestión, resulta que el edificio es de un subnormal más peligroso que la madre que le parió: un abogado con pinta de ser el cacique de mierda que tiene controlado todo el barrio, éste si me dio miedo. ¡Qué gran hijo de puta! Con un tío así no se sabe por dónde puede salir la historia. Siempre acompañado de dos lacayos nos pidió el pasaporte y dni, respectivamente, sabía que me devolvería el documento pero lo que no tenía muy claro era en qué iba a terminar la cosa. El tío iba de absurdo en absurdo: decía que si yo era un espía, que si tenían que protegerse de los extranjeros, que porqué hacía fotos y no sé cuantas cosas más, en árabe, por lo que me enteré de lo que pude (por las circunstancias, que no por lo que decía, claro, aunque en esos casos no hace falta entender mucho el idioma) y de lo que luego me tradujo Riham.
Al final como suele pasar todo se quedó en una fanfarronería del hijo de puta este.
Hay demasiada gente chunga.

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