viernes, 6 de junio de 2008

El Rocío

El otro día estuve en el rocío. No entendí nada.


Allí se juntan más de un millón de personas atraídas por una paloma. Siempre me ha parecido un fenómeno insólito, así que este año no dejé pasar la ocasión y allá que fui.




La primera impresión que me llevé es que no estaba en El Rocío, Almonte, Huelva, sino en el Fuerte Comanche de los Clic de Famóbil, pero pronto vi el primer traje de gitana y me ubiqué. La verdad es que no parecía que hubiera más de un millón de personas pero era pronto y supongo que faltaría mucha gente por llegar ya que todavía quedaban dos días más de llamada fatal al punto de encuentro.

La mayoría de la gente se pasa todo el tiempo en grupos llamados hermandades rodeando cada uno de estos grupos un carro llamado simpecado y deambulando por La Aldea, que es como se llama El Rocío mientras están allí el millón de personas. Los simpecados mejor adornados andan tirados por unos bueyes enormes que cada vez que se paran, mean.



Se trata de una fiesta religiosa. Si te fijas lo que va dentro de los carros simpecados son figuritas de una virgen cosida a una bandera. De vez en cuando aparcan el carro simpecado en una cochera.
No llegué a entender por qué se pasaban todo el día bailando sevillanas y las mujeres se ponen enormes flores de plástico encima del pelo.





Los hombres también se visten raro y ellos sí que se parecen a los combois de los Clic de Famóbil, que fue lo que en un principio me los recordó.




La verdad es que ahora viendo la foto no tienen nada que ver con los combois.

Se trata de una fiesta eminentemente musical porque cantan mucho y hacen una música que consiste en dos compases que se repiten mil millones de veces y que tocan con una especie de flauta en una mano y se acompañan a sí mismos con la otra con un tambor enorme.


Pasé el día haciendo fotos con mi amigo Román hasta que éste se fue así que me acerqué a mi coche-comedor-dormitorio a descansar pero ya no estaba donde lo aparqué porque se lo había llevado la grúa municipal al estar aparcado en zona rociera. Menos mal que también se habían llevado del mismo lugar otros doscientosmil, así me sentí menos imbécil. Las siguientes cuatro horas las pasé yendo del cuartel de la Guardia Civil al de la Policía Local, que distaban unos cien metros, intentando denunciar al Ayuntamiento. Finalmente el sargento de la Benemérita, hasta los cojones de mí, accedió a dar curso a la denuncia.
La fiesta me costó 90 euros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para mí es un honor estrenar el recital de comentarios. Qué gran resumen del Rocío y qué buenas imágenes. Arte puro. Me encanta la de la carreta. Yo que viví telefónicamente la miseria humana que supuso este viaje hacia la nada, tengo que decir que no se puede condensar tan bien las grandezas y bajezas de una fiesta como ésta. Y olé.